Nohora Aldana y Daniel Corredor viven de recuperar el mobiliario que está en mal estado.
Sin importar que no hayan recuperado la inversión hecha en pintura, brochas, lijas y anticorrosivo, Nohora y Daniel terminan el trabajo que comenzaron, ya sea pintando un puente peatonal o el parque de algún barrio del norte de Bogotá.
Esta pareja de esposos, oriundos de Turmequé, Boyacá, la misma tierra en la que nació el tejo, llegó hace cinco años a Bogotá buscando un mejor empleo.
Después de tener un trabajo estable, Nohora se quedó sin empleo en noviembre del año pasado. Fue en ese momento cuando comenzó a pintar puentes para buscar un sustento.
“Como vivíamos en Las Ferias, occidente de Bogotá, y a mí me gusta mucho pintar, el primer puente que intervine fue el de la carrera 68 con calle 68.Solo recogí 16.000 pesos esa vez y quise dejarlo”, recuerda Nohora, de 38 años.
Sin embargo, Daniel, que en ese entonces era obrero, la alentó para que no desistiera y le comentó que en Galerías había un puente peatonal en mal estado.
En su segundo intento, Nohora no solo recuperó el dinero con el que compró la pintura, sino que le quedaron ganancias.
En mayo de este año, Daniel se quedó sin empleo y en esa ocasión Nohora fue quien lo animó a trabajar con ella.
“Desde ese momento, nuestra rutina es salir en bicicleta buscando lugares, más que todo puentes, que estén mal y por los que pase mucha gente”, afirmó Daniel, de 22 años.
No siempre han sido bien recibidos donde llegan a trabajar. En varias ocasiones, la policía o los mismos habitantes del sector los han obligado a retirarse del lugar.
“Eso solo pasa el 10 por ciento de las veces, el resto, nos felicitan por el trabajo y nos recomiendan otros lugares para pintarlos”, dijo Daniel.
Algunas ocasiones los llaman de Turmequé u otros municipios boyacenses para que pinten alcaldías, escuelas y hospitales.
Van 10 meses desde que empezaron a pintar y limpiar puentes, por lo que no recuerdan cuántos han sido los lugares por los que han pasado sus brochas.
Al pasar por los pasos peatonales de la calle 112 con carrera 18, la calle 129 con 7.ª y la 127 con carrera 51A se sienten orgullosos, pues saben que les dieron un segundo aire a estos lugares.
Reconocerlos en la calle es fácil; siempre que trabajan en un lugar tienen una cartelera que dice: ‘Este puente lo estoy pintando por iniciativa propia y gracias a su colaboración’, junto a una alcancía.
Ellos han tocado las puertas de las autoridades, pero no para pedir dinero, sino en busca de que les den un permiso para poder trabajar tranquilos sin que la policía o las personas les impidan hacer su trabajo.
“Nosotros no nos vamos hasta que terminemos todo el trabajo, no importa si nos va mal económicamente”, afirmaron Nohora y Daniel, quienes esperan poder sacar adelante a Jénifer, su hija de dos años, con este trabajo.
Sin importar que no hayan recuperado la inversión hecha en pintura, brochas, lijas y anticorrosivo, Nohora y Daniel terminan el trabajo que comenzaron, ya sea pintando un puente peatonal o el parque de algún barrio del norte de Bogotá.
Esta pareja de esposos, oriundos de Turmequé, Boyacá, la misma tierra en la que nació el tejo, llegó hace cinco años a Bogotá buscando un mejor empleo.
Después de tener un trabajo estable, Nohora se quedó sin empleo en noviembre del año pasado. Fue en ese momento cuando comenzó a pintar puentes para buscar un sustento.
“Como vivíamos en Las Ferias, occidente de Bogotá, y a mí me gusta mucho pintar, el primer puente que intervine fue el de la carrera 68 con calle 68.Solo recogí 16.000 pesos esa vez y quise dejarlo”, recuerda Nohora, de 38 años.
Sin embargo, Daniel, que en ese entonces era obrero, la alentó para que no desistiera y le comentó que en Galerías había un puente peatonal en mal estado.
En su segundo intento, Nohora no solo recuperó el dinero con el que compró la pintura, sino que le quedaron ganancias.
En mayo de este año, Daniel se quedó sin empleo y en esa ocasión Nohora fue quien lo animó a trabajar con ella.
“Desde ese momento, nuestra rutina es salir en bicicleta buscando lugares, más que todo puentes, que estén mal y por los que pase mucha gente”, afirmó Daniel, de 22 años.
No siempre han sido bien recibidos donde llegan a trabajar. En varias ocasiones, la policía o los mismos habitantes del sector los han obligado a retirarse del lugar.
“Eso solo pasa el 10 por ciento de las veces, el resto, nos felicitan por el trabajo y nos recomiendan otros lugares para pintarlos”, dijo Daniel.
Algunas ocasiones los llaman de Turmequé u otros municipios boyacenses para que pinten alcaldías, escuelas y hospitales.
Van 10 meses desde que empezaron a pintar y limpiar puentes, por lo que no recuerdan cuántos han sido los lugares por los que han pasado sus brochas.
Al pasar por los pasos peatonales de la calle 112 con carrera 18, la calle 129 con 7.ª y la 127 con carrera 51A se sienten orgullosos, pues saben que les dieron un segundo aire a estos lugares.
Reconocerlos en la calle es fácil; siempre que trabajan en un lugar tienen una cartelera que dice: ‘Este puente lo estoy pintando por iniciativa propia y gracias a su colaboración’, junto a una alcancía.
Ellos han tocado las puertas de las autoridades, pero no para pedir dinero, sino en busca de que les den un permiso para poder trabajar tranquilos sin que la policía o las personas les impidan hacer su trabajo.
“Nosotros no nos vamos hasta que terminemos todo el trabajo, no importa si nos va mal económicamente”, afirmaron Nohora y Daniel, quienes esperan poder sacar adelante a Jénifer, su hija de dos años, con este trabajo.
FUENTE : EL TIEMPO
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